por: Esteban Yeray García Mederos ( Jeremy )
El textos extraídos de los libros “Contra Académicos, III" ,“Carta 7, pp1,2” y “De Civitate Dei, XI,26”, página 13,29.
San Agustín nace el 13 de Noviembre de 354
en Tagaste la actual Argelia y muere el 28 de Agosto de 430 en Hipona. El
pensador más destacado del cristianismo del primer milenio y considerado de los
más relevantes en la humanidad. Dedicó su vida a la reflexión y a escribir
sobre la Filosofía y la Teología. Su pensamiento es tremendamente difícil
porque su obra es muy extensa. Habla de todos los campos, Teología, Filosofía,
Política, Historia, Lenguaje etc. Con lenguajes diferentes: de teólogo, de
histórico etc. Sus obras más destacadas son “Confesiones”, “La Ciudad de
Dios” y Libero al Albitrio" entre otros. Es el gran Maestro de la Edad
Media y donde se va asentar el Cristianismo.
Lo que podemos afirmar de él con claridad
es que tenía una meta, deseaba la sabiduría, que relacionaba la verdad y la
Felicidad el zumo Bien, se basa en estos 3 conceptos por eso para él es lo
mismo Filosofía y Religión. En este
texto se puede apreciar las diferentes etapas por las que atravesó el autor, ya
que la duda escéptica fue lo que le hizo
encontrar la verdad, que al tema que dedicó y criticó en su libro el Contra
Académicos donde está extraído el primer texto que se va analizar y donde
prosigue su argumento en los dos textos posteriores en la búsqueda de la
verdad.
En estos textos trata varios de sus
conceptos como pueden ser: la Unión de la Filosofía y la Religión, la
Dialéctica y el Lenguaje, la duda sobre verdad y realidad, la razón como el
camino a todas estás y a Dios, y la paradoja del concepto de Tiempo.
Los 3 textos extraídos de San Agustín
tanto el “Contra Académicos III”, “Carta
7, pp1,2” y “De Civitate Dei, XI,26” tienen el mismo hilo conductor que trata
la búsqueda de la verdad y la crítica Académica al escepticismo. Expone cuales
son las verdades en sí mismas, revelando estas a través de la dialéctica y la
Filosofía Analítica del lenguaje, saliendo del escepticismo partiendo de un
argumento razonado y lógico para determinar una certeza que se encuentra en el
interior de nosotros mismos y así hallar una teoría del conocimiento o el
conocimiento de Dios en contra de los escépticos Académicos, que fueron los que le hicieron caer en
esa duda de la realidad. San Agustín hará una filosofía/teología que unifica como Filosofía primera apoyada en
las ideas platónicas. En el 2º texto de la Carta 7,1,2. Menciona la teoría de
la Reminiscencia exponiéndola a examen y a contradicciones relacionando esta
con la teoría del mundo inteligible platónica y la teoría paradójica de tiempo
de San Agustín que será con lo que finalizará su argumentación en el 3º texto
De Civitate Dei, XI,26. Este texto termina enfrentándose directamente al
desafío escéptico, partiendo de certezas verdaderas en una introspección y
cuestionándose llega a conclusiones de la verdad en la realidad común,
afirmando así su crítica al escepticismo.
Su pensamiento está incluido en su propia
biografía, una constante búsqueda de la sabiduría, la verdad y la felicidad que
le da sentido a su vida. En el contra académico busca fuertemente la verdad,
porque esta es patrimonio de todos los hombres, es universal y para todos. Su
doctrina Teosófica es lo que dará impulso al cristianismo y al conocimiento.
Santo Tomás le hará crítica, no será tanto en contra de Agustín, sino en contra
de los Agustianos. En otras palabras fue un gran influyente de nuestra cultura
en occidente, en un texto de Heidegger dice que Lutero estuvo influenciado por San
Agustín otro de los artífices de la cultura Occidental.
Su horizonte doctrinal metafísico
recuerda y se apoya en las las ideas de Platón, llamadas ideas de dios en San
Agustín, también a Descartes y la duda hiperbólica influenciado por el mismo
San Agustín, y otras interpretaciones relacionan Aristóteles y su teoría de la
luz que nos ilumina el conocimiento llamada el “Intelecto agente” y la luz incorpórea de San Agustín.
En los textos va a entender que descubrir
la verdad es descubrir a dios a través de la razón, por lo tanto el argumento de las verdades
eternas, este es otro punto en el que Descartes se apoya en san Agustín. En su
doctrina lingüística el verbo es dios en dios. “Y el verbo se hizo carne, y habitó
entre nosotros y vimos su gloria, gloria como el unigénito del padre, lleno de
gracia y de verdad. Éste es quien yo decía: el que viene después de mi, es
antes de mi, porque era primero que yo”. El
Santo Evangelio según San Juan, 1:14-15. Un pasaje bíblico en el que
habla y se apoya en que dios es el lenguaje y se manifiesta a través de él.
Dios es el verbo primero y último.
“¿no has podido saber nada de la dialéctica?" Yo, en
cambio, sé de ella mucho más que de cualquier otra parte de la filosofía. Pues,
en primer lugar, me enseñó que eran verdaderas todas aquellas proposiciones de
las que antes me he servido”. San Agustín, Contra Académicos III.
Parte de una proposición verdadera como
punto de partida, para seguir sacando más conclusiones verdaderas y así una con
otra sucesivamente. Esta técnica
recuerda a Platón en el Teteto, cuando Sócrates dialogando con el mismo Teteto
sobre el conocimiento parte de una verdad y afirma que a partir de aquí puede
establecer un punto de apoyo para sacar todas las verdades, estableciendo un
principio de no contradicción a raíz del logos, una verdad lógica.
En el primer texto da ejemplos de
certezas y verdades universales, dando
ejemplos de su gran manejo de la dialéctica y de su capacidad de pensamiento
lógico que se fundamenta en el principio de no contradicción del que hemos
nombrado y que afirma que son verdaderas en sí mismas, “solo hay un sol y no dos, el sol no puede lucir y ser a la vez de
noche, estamos o despiertos o dormidos o que el hombre no puede ser a la vez
feliz y desgraciado”. San Agustín, Contra Académicos III, pp 13,29.
Esto es un claro ejemplo de la influencia
del pensamiento de la Grecia clásica y la necesidad de crear un edificio del
conocimiento y congelar el fluido temporal con el lenguaje para poder ser
analizado y tener conocimiento lógico subjetivo lo más razonadamente coherente.
Según San Agustín llegamos a conocer la
verdad a través de la iluminación del
conocimiento y lenguaje, en su teoría del Conocimiento habla del Menón y la Teorema de Pitágoras, afirma
que conocemos por medio de una cierta luz incorpórea, el ojo corpóreo que no
explica como se produce ni Platón, ni Protágoras, ni San Agustín. ¿Y quién esa
luz? esa luz es Dios, y relaciona el cristianismo con el Platonismo haciendo
que coincidan. En el Cuantitae Anime- “Aprender
no es más que recordar” acepta la reminiscencia de filósofo, ya luego de
Teólogo lo niega porque le plantea problemas teológicos sobre el origen del
alma.
Creía en las verdades en si mismas como los
números y en los lenguajes formales como por ejemplo en la suma de 2 más 2
tiene como resultado el número 4 y eso siempre es verdadero, por lo tanto creía
en las verdades científicas. Dios es el 1 el bien supremo influenciado también
por Plotino. En su ética la Fe se encuentra como principio de todo
conocimiento y la Fe para San Agustín es la verdadera filosofía un acto
de pensamiento. Quien posee el perfecto conocimiento posee a dios, es feliz y
posee la verdad. Éste se encuentra a partir de la búsqueda en el interior de
uno mismo hacía la verdad, la iluminación que con la memoria y a través del
lenguaje y la razón podemos contemplarla. Y Referente al problema del Mal
vinculado a la Libertad que trata en su obra “De Libero Albitrio”, Maniqueísmo le ofrece una solución, y es que
el mal es la carencia de bien, es un no ser, no ha sido creado por dios porque
lo creado lleva implícito por el mismo hecho de ser de dios, ya son buenas, por
eso el mal no es realidad. El mal moral, es producto del propio hombre
por la capacidad de decisión lo que él llama libre albedrío. Capacidad de
acción que tiene el ser humano. Libertad es la capacidad de hacer algo bueno o
malo, implica un grado de moralidad, el poder de no pecar.
En el 2º texto “Carta 7,1,2.
Plantea un problema que comienza con Sócrates entre las ideas de el mundo
inteligible y el mundo sensible sumado a la teoría de la reminiscencia
platónica, que relaciona con la paradoja de la conceptualización del tiempo que
intenta desguazar San Agustín. Hay que recordar que en la Grecia clásica el la
idea que se tenía del tiempo era circular y para este gran maestro medieval
católico escribe la teoría de que “sólo sé que si no hay tiempo no habría
pasado, ni presente ni futuro. Pero el pasado ya no es, y el futuro todavía no
es, y el presente tampoco es, porque acaba de pasar con cada momento y si sería
continuo siempre lo llamaríamos eternidad. Qué es el tiempo, parece que un
punto entre dos realidades, afirmaba en
las confesiones. El tiempo fue creado por Dios. Sin embargo San
Agustín afirma enfáticamente que esto no significa que el tiempo fue creado en
cualquier momento dado. Dice que sería una contradicción asumir que el tiempo
fue creado en cierto momento, ya que esto implicaría que el tiempo ya existía
antes de ser creado, lo cual sería absurdo. San Agustín entiende que sería tan
imposible crear el tiempo en el tiempo, como lo sería crear la tierra y el
cielo en la tierra y el cielo. Sin embargo, él nunca duda que el tiempo fue
creado, o que su creencia es inteligible.
El universo no nació en el tiempo, sino con el tiempo, que el tiempo y el
universo surgieron a la vez. Esto
llevaría a unas confusiones de la realidad tal como la percibimos entre el
mundo sensible que se nos muestra en las cosas mutables y el inteligible lo de
inmutable, que aparece como un recuerdo a través de la reminiscencia que
incluye implícito un tiempo pasado, en el cual el pasado no existe.
En el 3º y último texto “De Civitate Dei, XI,26”. Entronca directamente con la duda
académica-escéptica haciéndoles crítica fundamentándose con el principal argumento y lema “Si me
engaño, Existo” añadiendo que ama su existencia. Otra vez aquí se puede ver la
influencia de Descartes en su frase de “Pienso, Luego Existo”. Agustín se
enfrenta a este pensamiento afirmando “Si me
engaño, existo. Pues quien no existe, ni siquiera puede engañarse. Por esto, si me
engaño, existo. Y puesto que existo si me engaño, ¿cómo podré engañarme sobre
mi existencia, siendo así que es cierto que existo si me engaño? Así, pues, ya
que existo si me engaño, aunque me engañe, sin duda alguna no me engaño al
conocer que existo. En consecuencia, no me engañaré al conocer que yo me conozco.
Pues de la misma manera que conozco que existo, así conozco también esto mismo,
que me conozco. Y puesto que amo estas dos cosas, añado a las cosas que ya
conozco una tercera, no de menor importancia: el mismo amor» De
civitate Dei, XI, 26.
La valoración histórica de este autor habla por sí mismo, de las personas
que más ha influenciado en la cultura occidental empezando por el cristianismo
y la Teología hasta ámbitos Científicos, Filosóficos, Psicológicos, Éticos,
Metafísicos y considerado o el 1º Historiador o de los primeros. Un genio sin
duda, que por el paso de sus varias etapas nos ha aportado mucho con la gran
herencia de sus obras y con la que llevó a cabo en su biografía. Un punto de
referencia sin duda por todos los campos en los que investigó y mínimo a tener
en cuenta.
Bibliografía:
La biblia Judío Cristiana- Nuevo
Testamento
Apuntes de clase del profesor Dr. Rafael
Ramón Guerrero (UCM)
El Concepto del tiempo según San Agustín,
algunos comentarios críticos de Wittgenstein. Ronald Suter
Cuantitae Anime. San Agustín.
Las Confesiones. San Agustín.
De civitate Dei. San Agustín.
Contra
Académicos III. San Agustín.
De Libero Albitrio. San Agustín.
SAN AGUSTIN - textos
1. «Ciertamente queda la dialéctica, a la que el sabio bien conoce ciertamente, pues nadie
puede saber lo falso. Si no la conoce, su conocimiento no pertenece a la sabiduría, pues sin ella
pudo ser sabio, por lo que es superfluo indagar si es verdadera o si puede ser percibida. Aquí tal
vez alguien me diga: "¡Oh tu ignorante! Tienes por costumbre proclamar lo que sabes, ¿no has
podido saber nada de la dialéctica?" Yo, en cambio, sé de ella mucho más que de cualquier otra
parte de la filosofía. Pues, en primer lugar, me enseñó que eran verdaderas todas aquellas propo-
siciones de las que antes me he servido. Luego, por ella he conocido otras muchas verdades.
Enumerad, si podéis, cuántas sean: si en el mundo hay cuatro elementos, no hay cinco; si el sol
es uno, no hay dos; una misma alma no puede morir y ser inmortal; el hombre no puede ser a la
vez feliz y desgraciado; el sol no puede lucir y ser a la vez de noche; ahora o estamos despiertos
o dormimos; lo que me parece ver o es cuerpo o no es cuerpo. Estas y otras muchas, cuya men -
ción seria larguísima, aprendí por medio de ella que eran verdaderas en sí mismas, sea cual fue-
re el estado de nuestros sentidos. Me enseñó que si, en las proposiciones enlazadas que he pro-
puesto, se toma la parte antecedente, necesariamente arrastra consigo la que lleva aneja; y aque-
llas que he enunciado en forma de oposición o disyunción tienen tal naturaleza, que, aunque se
elimine lo restante, sea uno o mucho, queda algo que será afirmado por la eliminación del
resto». Contra Academicos, III, 13, 29.
2. «Algunos han formado juicio equivocado sobre aquel nobilísimo descubrimiento socrá-
tico, en el que se declara que aquellas cosas que aprendemos no se nos infunden como cosas
nuevas, sino que son traídas a la memoria por el recuerdo; dicen ellos que la memoria es de co-
sas pasadas, mientras que estas cosas que aprendemos por intelección, según descubrió Platón
mismo, permanecen siempre y no pueden desaparecer, por lo que no son pasadas. Ellos no pres-
tan atención a que esa visión es pasada, porque en algún momento ya vimos en la mente estas
cosas; pues al apartarnos de ellas y comenzar a ver otras cosas, las volvemos a ver recordándo-
las, esto es, por la memoria. Por lo cual, para no hablar de otras cosas, si bien la misma eterni-
dad permanece siempre y no precisa de ningunas representaciones imaginarias, con las que,
como vehículos, venga a la mente, sin embargo, tampoco puede venir a no ser que la recorde-
mos; puede haber entonces memoria de ciertas cosas sin ninguna imaginación». Carta 7, 1, 2.
3. «Es completamente cierto que existo, que conozco mi existencia y la amo. Y ningún te-
mor sobre esta verdad pueden proporcionar los argumentos de los académicos, cuando dicen:
"¿Y si te engañas?". Si me engaño, existo. Pues quien no existe, ni siquiera puede engañarse.
Por esto, si me engaño, existo. Y puesto que existo si me engaño, ¿cómo podré engañarme sobre
mi existencia, siendo así que es cierto que existo si me engaño? Así, pues, ya que existo si me engaño, aunque me engañe, sin duda alguna no me engaño al conocer que existo. En consecuencia, no me engañaré al conocer que yo me conozco. Pues de la misma manera que conozco que
existo, así conozco también esto mismo, que me conozco. Y puesto que amo estas dos cosas,
añado a las cosas que ya conozco una tercera, no de menor importancia: el mismo amor». De civitate Dei, XI, 26.
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