sábado, 22 de marzo de 2014

La crítica de Wittgenstein al escepticismo: Moore y «Sobre la Certeza»



La crítica de Wittgenstein al escepticismo: Moore y «Sobre la Certeza»

Wittgenstein 1920



Para aclarar la postura de Wittgenstein ante el escepticismo, es útil el contrastaría con la que toma &E. Moore en «A Defence of Common Sen- se» y «Proof of an External World». Moore intenta socavar las ideas del escéptico argumentando que es a éste al que le incumbe demostrar que sus dudas están justificadas, y no a nosotros a los que nos incumbe defender nuestra creencia en el mundo material. Wittgenstein menciona repetidas veces al filósofo británico en Sobre la Certeza (SC), y utiliza la crítica de Moore al escepticismo para esclarecer su propia visión sobre el tema.Las dos posturas son a la vez parecidas y muy distintas, y resultan por ello mutuamente reveladoras.


Comenzaré describiendo la postura de Moore,y me valdré de ella para esclarecer y delinear el reto que Wittgenstein le presenta al escéptico.
Antes de comenzar es importante aclarar lo qué significa el término «escepticismo» en este contexto.Tanto Moore como Wittgenstein han elegido como blanco de sus criticas al tipo de escepticismo sobre el mundo material según el cual nuestras percepciones sensoriales no representan o corresponden a ningún objeto real, ya que no hay razón alguna para suponer que tal realidad material exista. Tanto los escépticos como los anti-escépticos están de acuerdo en afirmar que los seres humanos percibimos sensaciones (vemos ciertos colores y formas, olemos ciertos olores, etc...). Sin embargo, mientras los anti-escépticos sostienen que estas sensaciones nos informan sobre el mundo real, yaque representan y/o corresponden a la realidad material, los escépticos niegan ésto último. Segun los escépticos, no hay ninguna razón para suponer que nuestras sensaciones nos informen sobre (y representen y/o correspondan a) nada real, y por lo tanto no existe tampoco ninguna razón para creer que el mundo material exista. El escéptico y el anti-escéptieo coinciden en afirmar que percibimos ciertas cosas a través de los sentidos; sentados ante el mismo paisaje, ambos describirían las mismas sensaciones, dirían que estaban percibiendo x e y a través de la vista, el olfato, el tacto, etc. El desacuerdo surge únicamente cuando ex- presan sus opiniones sobre la relación que supuestamente existe entre sus sensaciones y la realidad material. El anti-escéptico afirmará entonces que sus sensaciones le informan sobre el estado del mundo material, que representan y/o corresponden a objetos reales, mientras que el escéptico argumentará que no hay razón alguna para creer en la existencia de tal realidad.


Existe gran variedad de planteamientos que conducen al escepticismo, pero todos poseen una cosa en común: para hacer que surja la duda, el escéptico comienza por aislarnos del contexto de lo cotidiano. Este «aislamiento» ocurre por regla general al desligar el concepto de «sensación» del de «mundo material», lo cual crea la impresión de que existe un espacio vacío, una brecha. entre nuestras percepciones sensoriales y la realidad. Una vez abierta, esta brecha resulta extremadamente difícil de cerrar.


En las Meditaciones de Descartes, por ejemplo, la brecha se abre al introducir la noción del genio malévolo. En el contexto de lo cotidiano, cuando simplemente vamos por la calle o corremos para coger el autobus, ni siquiera se nos ocurre pensar que nuestras sensaciones puedan no corresponder a objetos reales. Sin embargo, en cuanto Descartes menciona al geniecillo, el contexto de lo cotidiano se quiebra, el concepto de sensación queda desligado del de realidad, y por esta brecha empiezan a colarse las dudas del escéptico. En cuanto se nos ocurre que quizás un genio malévolo esté provocando lo que percibimos, y haciéndonos creer —equivocadamente— que estas percepciones sensoriales corresponden a la realidad material, perdemos nuestra fe en el poder informativo de las sensaciones y dejamos de creer que estas constituyan pruebas válidas de la existencia de la realidad material. En el contexto de lo cotidiano siempre damos por sentado que lo que percibimos a través de los sentidos corresponde a objetos materiales reales, pero, en cuanto Descartes menciona al genio, esta certidumbre desaparece y la relación entre sensaciones y obje- tos materiales se hace dudosa.


Un ejemplo más moderno del tipo de escepticismo que preocupa a Moore y a Wittgenstein es aquél que utiliza la noción de «Sense Data» o Datos de los Sentidos (DS) para abrir la brecha entre sensaciones y objetos materiales. En este caso, el escéptico comienza señalando que cuando hablamos, por ejemplo, de estar «viendo un coche», lo que deberíamos decir, para ser precisos, es que estamos «viendo ciertos datos de los sentidos». Por definición, lo único que percibimos a través de los sentidos son datos sen- soriales, no objetos reales. En el sentido estricto, lo que estamos viendo no

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es el coche en si, sino sólo aquellos datos sensoriales que supuestamente corresponden al coche real. Puesto que solo tenemos acceso a aquello que percibimos a través de los sentidos, y puesto que, según este modelo, lo que percibimos a través de los sentidos no son los objetos reales (ej. el coche real) sino solo ciertos datos de los sentidos, nunca podremos demostrar que estos DS representen o correspondan efectivamente a ningún objeto real. Demostrar algo así supondría conseguir pruebas que relacionasen los DS con la realidad material. Pero, para conseguir tales pruebas, nos haría falta poder ir «más allá» de los DS, y comprobar así que en efecto existe una relación entre éstos y los objetos reales. Como no podemos ir más allá de los datos que nos proporcionan nuestros sentidos, no podemos demostrar que exista tal relación, y por lo tanto tampoco nos es posible demostrar que la realidad material exista. ¿Si lo que percibimos no es el coche real sino solo un dato sensorial, qué razón hay para suponer que el coche real exista?


El reto que nos plantea el escéptico es pues el de que hace falta ir «más allá» de las sensaciones para comprobar, desde una perspectiva externa, si estas representan y/o corresponden verdaderamente a la realidad material, tal y como suponemos en el contexto de lo cotidiano. Una vez que la brecha entre sensaciones y mundo material ha sido abierta y que el escéptico ha conseguido aislarnos de lo cotidiano, le resulta muy fácil mostrar que tal perspectiva es inalcanzable. El escéptico concluye por lo tanto que no existe razón alguna para seguir creyendo en la existencia de la realidad material.


Empecemos con la crítica de Moore al escepticismo. A primera vista, esta parece dogmática y poco filosófica. Moore se pregunta si sus manos son «reales», y contesta a esta pregunta agitando las manos, como si el moverlas de esta manera constituyese una prueba contundente de su realidad. Asimismo, Moore nos presenta toda una lista de cosas que él afirma «saber» (dice por ejemplo que él «sabe» que existe un cuerpo humano vivo que es su cuerpo, etc...)  pero no nos explica porqué el mero hecho de que él diga que «sabe» estas cosas debería de convencernos de que estas son en efecto reales. Sin embargo, y a pesar de las apariencias, Moore está señalando algo importante. Hay que recordar que el escéptico inicia sus argu- mentos creando un contexto aislado de lo cotidiano, en el que sensaciones y mundo real quedan desligados. En el caso de las Meditaciones de Des- cartes, este contexto se crea al introducir la idea del genio malévolo, en los planteamientos más modernos, se crea al intioducir la noción de Datos 

He dejado varios términos sin precisar—por ejemplo «realidad» o «mundo material real». «informar», «corresponder>’, «representar»— ya que el aclararlos forma parte íntegra de la crítica de Wittgenstein al escepticismo

los Sentidos. Al agitar las manos e insistir en decir que «sabe» toda una lista de cosas, Moore está, en primer lugar, arrastrándonos de vuelta al contexto de lo cotidiano. Al reaccionar como se reacciona normalmente en este contexto, Moore está forzándonos a considerar el problema de la realidad del mundo material desde la perspectiva que nos es más familiar. En segundo lugar, Moore nos está diciendo que, si el escéptico decide crear un contexto aislado de el cotidiano, es a él a quien incumbe el demostrar que tal cambio de contexto está justificado. Es el escéptico el que debe demostrar que este alejamiento de lo cotidiano es válido, no nosotros los que debemos de defender nuestras creencias habituales. El razonamiento del escéptico consiste en afirmar que no podemos ir más allá de las sensaciones y que por lo tanto no podemos demostrar que éstas correspondan realmente al mundo material. Pero si es imposible demostrar que nuestras sensaciones corresponden a objetos reales (ya que no podemos ir «más allá» de ellas), tampoco es posible demostrar que estas sensaciones no corresponden a tales objetos. Por la misma razón que no se puede demostrar que el mundo material exista, no se puede demostrar tampoco que éste no exista. Y como, según Moore, las creencias que surgen en el contexto de lo cotidiano son válidas hasta que se demuestre lo contrario, como es el escéptico el que tiene la responsabilidad de demostrar que tiene razón, y no nosotros, su postura queda socavada.


Existen numerosos problemas con el planteamiento de Moore. El más grave, sin embargo, es que Moore no explica nunca porqué el contexto de lo cotidiano tiene, a priori, más legitimidad que el que introduce el escéptico. Moore sostiene que, como el contexto de locotidiano es el que nos resulta más familiar, es natural el darle prioridad. Pero este argumento no re-sulta muy convincente, y el problema se ve agravado por el hecho de que Moore aborda el debate entre escépticos y anti-escépticos como si se tratase de un disputa de carácter empírico. Hay que recordar que Moore contesta a las criticas del escéptico afirmando que él «sabe» que sus manos son reales, y aportando «pruebas» de ello (ej. agitando sus manos), una manera de proceder que caracteriza a las disputas sobre temas empíricos. Moore da la impresión de que sus desacuerdos con el escéptico deben ser re- sueltos utilizando los métodos de resolución propios del empirismo. Por eso, cuando surge el problema de qué contexto tiene más legitimidad (el cotidiano que defiende Moore o el del escéptico) deducimos automáticamente que este desacuerdo también debe de ser resuelto utilizando los métodos empíricos. Pero ésto es imposible, los métodos de resolución propios del empirismo no tienen ninguna utilidad aquí. Un desacuerdo de tipo em - pírico solo se resuelve aportando más información de tipo empírico, es decir más datos obtenidos a través de los sentidos.

Imaginemos que en una noche de mucha niebla dos personas discrepan sobre si la sombra que ven a lo lejos en el campo es un árbol o una casa. Este es un desacuerdo tipicamente empírico, y la manera de resolverlo es reuniendo más información, más evidencia sensorial. 

Resolvemos este desacuerdo acercándonos a la sombra, examinando con más cuidado su forma, su color, sus dimensiones, etc. El problema de Moore es que la cuestión de qué contexto tiene más legitimidad no puede ser resuelta aportando más datos sensoriales. Puesto que se trata, según Moore, de una disputa de tipo empírico, haría falta poder resolverla reuniendo más información sensorial. Pero para conseguir el tipo de información adecuada necesitaríamos poder ir más allá de las sensaciones. Tendríamos que poder comprobar, des-de una perspectiva externa, si el escéptico tiene razón en afirmar que nues- tras sensaciones no corresponden a ningún objeto en el mundo material. Sólo así conseguiríamos decidir cual de los dos contextos es el legitimo. Pero esto es imposible, no se puede alcanzar tal perspectiva, no podemos escapar de la esfera sensorital. Por lo tanto, es imposible decidir cúal de los dos contextos debe de considerarse como «válido hasta que se demuestre lo contrario». En resumen, o Moore acepta que las creencias cotidianas no tienen más fundamento que las del escéptico (y por lo tanto que la postura escéptica es igual de válida que la suya), o rectifica y afirma que la disputa entre escépticos y anti-escéptieos no es empírica por naturaleza (es decir que no puede ni debe de ser resuelta mediante los métodos de resolución propios del empirismo; no puede ser resuelta aportando más información y «pruebas» sensoriales, y/o hablando de «saber»). Aquí es donde entra Wittgenstein.

En Sobre la Certeza (481) Wittgenstein afirma «Cuando oímos que Moore dice “Sé que eso es un árbol”, comprendemos, de repente, a los que afirman que tal cosa no está decidida en modo alguno». En 482 añade «Es como si el “Sé no tolerara ningún énfasis metafísico.» Wittgenstein considera que tanto los argumentos de Moore como los del escéptico resultan insatisfactorios y que ésto se debe a que ambos tratan ciertas proposicio- nes de manera equivocada, es decir como si fuesen empíricas y epistémicas por naturaleza. Esta equivocación surge, según Wittgenstein, porque Moore y el escéptico no se dan cuenta de que estas proposiciones constituyen un marco de referencia para todos nuestros juegos de lenguaje. Más adelante explicaremos con más detalle a qué se refiere Wittgenstein cuando habla de un «marco de referencia». Por ahora basta con señalar que estas proposiciones (a las que llamaremos Proposiciones de Marco o PM) expresan aquellas creencias que damos por sentadas cuando nos encontramos en el contexto de lo cotidiano, y que son aquellas de las que el escéptico pretende hacernos dudar Marie McGinn explica en Sense and Certainry que las PM constituyen ~<el conjunto de opiniones expresadas y no expresadas que forman el marco de fondo totalmente dado por sentado al describir e indagar sobre el mundo, y al confirmar o desmentir creencias». Una PM seria, por ejemplo, «Mis manos son reales» o «Existe un cuerpo humano vivo que es mi cuerpo».


Como hemos dicho antes, el error que tanto Moore como el escéptico cometen, según Wittgenstein, es el de tratar estas proposiciones como si fuesen empíricas y epistémicas por naturaleza. Es decir que se equivocan al hablar de ellas como si estas expresasen cosas que podemos afirmar «saber», y que podemos justificar aportando «pruebas». Esto es un error ya que las PM no se acoplan al modelo gramatical que rige las proposiciones que sí son de tipo empírico y epistémico. Los desacuerdos que surgen entre escépticos y anti-escépticos no se pueden resolver, por lo tanto, utili- zando los métodos de resolución típicos del empirismo yde la epistemolo- gía. Sus desacuerdos se resuelven, al contrario, comprendiendo que estas proposiciones son muy distintas de las empíricas y epistemológicas, que la certitumbre que nos inspiran no tiene nada que ver con la que nos puede proporcionar una proposición de tipo epistémico y empírico. En Sobre la Certeza


Wittgenstein da cuatro razones principales pata esto.

En primer lugar, Wittgenstein señala que cuando X le dice «yo que a Y, uno supone automáticamente que X posee una información que Y no tenía previamente. Suponemos ésto porque la gramática de las proposiciones de tipo empírico y epistémico así lo requiere. 

Una de las normas de este juego de lenguaje es que, cuando alguien dice «yo que a». existe el supuesto de base de que lo dice porque posee ciertos datos suplementarios que muestran que a. La expresion «yo que contiene implícitamente un deseo y una capacidad de informar, de aportar datos nuevos sobre a. Las PM, sin embargo, no se ciñen a este modelo. Cuando Moore le dice al escéptico que él «sabe» que su mano es real, no lo dice porque posea un dato que le faltaba al escéptico. «Las verdades que Moore afirma saber son tales que, dicho sea de paso, si él las sabe, todos las sabemos» (SC
100) señala Wittgenstein. Como vimos anteriormente, el escéptico y el  anti-escéptico poseen la misma información. Sus discrepancias no resultan de una asimetría infomacional, sino de una asimetría en la interpretación de la información que comparten. Cuando Moore agita sus manos delante del escéptico. los dos perciben los mismos datos sensoriales. El desacuerdo surge, no porque cada cual posea datos distintos, sino porque cada uno interpreta la información que comparte con el otro de manera diferente. Moore repiensa que lo que vé prueba que sus manos son reales, y el escéptico niega ésto. Como Moore y el escéptico comparten desde el principio toda la información disponible. como coinciden en percibir y describir los mismos datos sensoriales, no se puede decir que, cuando Moore afirma «saber» que sus manos son reales, le esté aportando al escéptico ninguna información adicional. Las PM no se ciñen por lo tanto a esta norma clave del juego ungílístico de lo empírico y epistémico. Cuando alguien afirma que «sabe» una PM, no existe el supuesto de base de que esta persona posee y puede proporcionar una información que no teníamos previamente.

La segunda razón por la cual las PM no se ciñen a las normas del juego lingíuístico de lo empírico y epistémico es la siguiente: este juego dieta que sólo es legitimo el decir que «yo sé que si es posible apoyar o justificar esta afirmacion. «“Sé está vinculado a la posibilidad de demostrar la ver- dad» (SC 243). Las PM, sin embargo, no pueden ser apoyadas o justifica- das ya que, para hacerlo, tendríamos que valernos de algo que fuese más seguro que ellas. Y no existe nada que sea más seguro que las PM, porque son precisamente ellas las que forman el límite de lo que es seguro (este punto será esclarecido más adelante). «Pero si lo que cree es de tal tipo que las razones que puede dar no son más seguras que su aserción, no puede decir que sabe lo que cree» (SC 243). Por lo tanto, las PM se diferencian de las proposiciones que sí son empíricas y epistemológicas en que no pueden ser apoyadas y justificadas.
En tercer lugar, las proposiciones de tipo empírico y epistémico con- sisten en hipótesis que pueden ser, ademas de apoyadas, puestas en duda. En el caso de las PM, al contrario, carecemos de la distancia necesaria pa- ra poder dudar de nada, ya que el dudar de una PM equivale a minar todo nuestro esquema mental. «Una duda en este punto parecería arrastrar to - do consigo y reducirlo a un caos» (SC 613). Esto no ocurre en el juego de lenguaje de lo empírico y epistémico; no hay nada trágico en dudar de que «aquella sombra en la niebla» sea realmente una casa (y no un árbol, por ejemplo). Esta duda puede ser resuelta fácilmente, examinando la sombra de más cerca. Es más, aunque por cualquier razón no pudiese ser resuelta, ésto no afectaría drásticamente a nuestra visión del mundo. En contraste, cuando empezamos a dudar de la realidad del mundo que nos rodea, todo se nos viene abajo, todo deja de tener sentido. En este aspecto tambien port lo tanto las PM se diferencian de las proposiciones de tipo empírico y epis- témico.
Porúltimo,eneljuegolingúisticodeloempíricoyloepistémicoseha- ce uso abundante del concepto de error Un error es una falsa creencia que puede ser rectificada y por lo tanto ajustada de nuevo al conjunto de cre- encias que sabemos son correctas. Para que el concepto de error resulte in- teligible, debe de haber un fondo fijo de creencias que podamos dar por sentado. Si todas nuestras creencias fuesen errores, el concepto de error perdería totalmente sentido. «Para que un hombre se equivoque, hade juz- gar ya de acuerdo con la humanidad» (SC 156). Y, como las PM constitu- yen precisamente el conjunto fijo de creencias que damos absolutamente por sentado, no tiene sentido el hablar de error en lo que se refiere a ellas. Son las PM las que hacen posible que el concepto de error sea inteligible, si dejasemos de darlas por supuesto la noción de error en si dejaría de te- ner sentido. Por lo tanto, para que la noción de «error» sea inteligible, no pueden haber errores en lo que se refiere a las PM.

294 M. A. Tejedor Palau LadiferenciaentrelacríticadeMoorealescepticismoyladeWitt-
genstei’nsehaceahoraobvia.ParaMoore,comoparaWittgenstein,lasPM no pueden ser dudadas y no admiten tampoco ningún concepto de error Pero Moore, al contrario que Wittgenstein, piensa que ésto se debe a que
estamos estrechamente ligados epistémica y empíricamente a ellas. Según Moore, la absoluta certeza que nos inspiran las PM se debe a que éstas cons- tituyen el pináculo del empirismo y de la epistemología. Por lo tanto, para Moore, tiene sentido decir que «sabemos» una PM, como tambien lo tiene el hablar de «demostrar» o «probar» una PM (por ejemplo, agitando las manos). Estas proposiciones son válidas hasta que se demuestre lo contra- rio, pero como lo contrario nunca podrá ser demostrado, las PM son las proposiciones de tipo empírico y epistémico más seguras de todas.
Para Wittgenstein la absoluta certeza que nos inspiran las PM se debe precisamente a lo opuesto, a que no son proposiciones epistémicas y em - píricas por naturaleza. Las PM no se ciñen a ningunas de las normas que caracterizan el juego lingúistico de lo empírico y de lo epistémico. Ni apor- tan ninguna información adicional, ni pueden ser apoyadas o dudadas, ni tampoco pueden cometerse errores en lo que se refiere a ellas. Como estas proposiciones no respetan estas normas gramaticales clave, no se puede de- cir que sean empíricas y epistémicas por naturaleza (ya que no entran en el juego lingúistico de lo empírico y epistémico). Por lo tanto no se puede hablar de «saber», «demostrar» o «probar» una PM, ya que estas expre- siones sólo tienen sentido cuando se refieren a proposiciones dc tipo em - pírico o epistémico. Por ello es un error discutir, como hacen Moore y el escéptico, sobre si «sabemos» o podemos «probar» que mis manos son re- ales. Y es tambien un error el hablar de demostrar que el contexto de lo co- tidianoesmásválidoqueeldelescéptico,ovice-versa.ParaWittgcnstein, elcontextodelocotidiano,aquelquedescribenlasPM.essinlugaradu- das el «válido». Pero ésto no se debe a que las PM puedan ser demostradas contundentemente. o a que sean «válidas hasta que se demuestre lo con- trario». Las PM son válidas precisamente porque no pueden ser demos- tradas,porquenosoneltipodeproposiciónquepuedaserlonunca.Laab- soluta certeza que nos inspiran las PM se debe precisamente a que éstas constituyen el mareo de referencia que es presupuesto por todos los juegos de lenguaje, incluidos aquellos que definen lo empírico y lo epistemológi- co. En Sobre/a Certeza Wittgcnstein dice «Ahora bien, me gustaría consi- derar tal seguridad no como algo parecido a la precipitación o a la super- ficialidad, sino como (una) forma de vida.» (358). En 446 añade «¿no está (ya)presupuestaestaseguridadeneljuegodelenguaje?Esdecir,enelhe- cho de que quien no reconoce los objetos con seguridad no juega, o juega mal». Si no diesemos las PM totalmente por sentado nos resultaría impo- sible el hablar de «saber» y «probar» o «demostrar» nada. Para que los jue- gos lingúisticos que se valen de las nociones de «saber» y «demostrar» se- an inteligibles, hace falta que demos por supuestas las creencias expresadas

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por las PM. Del mismo modo, si es imposible el dudar de y cometer erro- res en lo que se refiere a las PM, esto no se debe a que éstas hayan sido de- mostradas más allá de toda duda y error. Al contrario, estas proposiciones son totalmente ciertas precisamente porque no pueden ser demostradas. No puede haber duda o error en lo que se refiere a las PM porque si dudáse- mos o errásemos sobre ellas, los propios conceptos de error y de duda de- jarían de tener sentido. Marie MeGinn en Sense and Certainty resume la postura de Wittgenstein diciendo que «nuestra relación (con las PM) es más ímmediata, más profunda, y más inexorable de lo que el modelo epistémi- co puede sugerir». La seguridad absoluta de las PM no se debe a que éstas representen el pináculo de lo empírico y epistemológico. Estas proposi- ciones están, al contrario,por encima de lo empírico y epistemológico, pues- to que el juego de lo empírico y de lo epistemológico no tendría el menor sentido si no diesemos las PM por sentado.
Resulta interesante señalar que, según Wittgenstein, existe una clara similitud entre las PM y las proposiciones de la aritmética (por ejemplo «2 + 2 4»). «Quiero decir: quien no se maraville deque las proposiciones aritméticas (por ejemplo, la tabla de multiplicar) sean “absolutamente” ciertas, ¿por qué habría de asombrarse de que también lo sea la proposi- ción “Esta es mi mano”?» (SC 448). La absoluta certeza que nos inspiran las proposiciones aritméticas es en efecto el producto del «rol lógico» o «rol gramático» que estas desempeñan en la práctica de la inferencia y del cál- culo. Estas proposiciones no son consideradas como totalmente seguras porque poseamos intuiciones immediatas o infalibles sobre las verdades necesarias de la aritmética, sino porque, si no las diesemos por sentado, ninguno de los juegos lingilísticos que se derivan del de la aritmética ten- drían el menor sentido. El caso de las PM es parecido. No damos estas pro- posiciones totalmente por supuesto porque hayan sido demostradas con- tundentemente. sino porque, si no lo hicieramos, ninguno de nuestros otros juegos lingilísticos (en particular ninguno de aquellos que tienen que ver con lo empírico y lo epistemológico) tendría sentido.
En resumen, la absoluta certeza que nos inspiran las PM proviene del rol gramatical que éstas desempeñan en el lenguaje. Darlas totalmente por sentado es un prerequisito o criterio de nuestro dominio del lenguaje. En
particular, las PM fijan nuestros conceptos de lo empírico y de lo episté- mico. «Considerarlo (las PM) incuestionable forma parte del método dc nuestra duda y de nuestra investigación» (SC 151). Es un error el que nos preocupe el no poder ir «más allá» de nuestras sensaciones para «demos- trar» que el mundo material existe realmente. Y caemos en este error por- que tratamos las PM como si fuesen epistémicas y empíricas por naturale- za, como si pudiesen o tuviesen que ser demostradas. Las PM no pueden ser demostradas, la perspectiva externa que nos haría falta alcanzar para probarlas es inalcanzable. Pero ésto no debe de preocuparnos. Las PM son más seguras que cualquier proposición de tipo epistémico y empírico pre-


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cisamente porque no son demostrables. Las Proposiciones de Marco son

totalmente seguras porque constituyen el marco de referencia que da sen- tidoatodosnuestrosjuegoslingiuísticos,prácticasycostumbres.Silasne- gasemos, todo se volvería ininteligible, incluidas las dudas y los elucubra- mientos del escéptico.
REFERENCIAS
McGinn,M.SenseandCertainry:ADissoluiionofScepíicism*.Oxford:Blackwell. 1989.
Moore.GE.«ADefeneeofCornmonSense»enGE.MoorePhilosophicalPapers. — «Proof oían External World» en GE. Moore Philosophical Papers. Wittgenstein.L.Sobre/aCerteza.GedisaEditorial.Eds.G.E.M.Anseombe,CH.
von Wright. Trads. J.L. Prades, V. Raga. 1988.
* Las citas dc McGinn han sido traducidas por mí.
M. A. TEJEDOR PALAU (University College London) 

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