martes, 31 de marzo de 2015

Zhuang zi. El relativismo lingüístico y el problema de la conciencia y la identidad

b) El relativismo lingüístico y el problema de la conciencia y la identidad

El Zhuāng zǐ constituye una obra filosófica tremendamente original tanto por su estilo como por su contenido. Su fuerza expresiva creó toda una tradición filosófica unida por un estilo aforístico de breves historias metafóricas y sugerentes que terminan de golpe tras ofrecer una paradoja. Este procedimiento no tiene por objetivo volver sobre el texto para que el análisis de sus palabras ofrezca una solución a la paradoja, pues el texto no pretende en ningún caso describir objetivamente la realidad a través de un elaborado discurso. Sus diversos pasajes son alusiones metafóricas a las experiencias del sabio, por lo que deben ser interpretados como un medio de señalar una experiencia y no una pretensión de analizarla racionalmente a través de una descomposición minuciosa de las categorías del mundo y de la experiencia. Para el Zhuāng zǐ el lenguaje no puede ser un medio privilegiado para entender la realidad y las palabras deben ser desechada una vez que se comprende la vivencia a la que se refieren:

“La nasa sirve para coger peces; cogido el pez, olvídate de la nasa. La trampa sirve para cazar conejos; cazado el conejo, olvídate de la trampa. La palabra sirve para expresar la idea; comprendida la idea, olvídate de la palabra” (ZZ XXVI, 13, Preciado, 1996, 278).

Esta crítica al lenguaje del Zhuāng zǐ está profundamente relacionada con la concepción de la conciencia y la identidad que nos ocupa y es un tema central que unifica la parte de los Libros Interiores, como aventuraba en mi hipótesis de trabajo inicial. Justamente, en los Libros Interiores del Zhuāng zǐ se critica cualquier concepción dualista, pues éstas olvidan que las palabras no son más que maneras artificiales de referirse al mundo y, por tanto, un método imperfecto y falaz por ser incapaz de describir la riqueza y complejidad de la realidad. A lo largo del Zhuāng zǐ encontramos varios pasajes en los que se expone muy claramente que las palabras (y los pensamientos) no son lo mismo que la realidad a la que se refieren204. El segundo libro discute toda esta cuestión del lenguaje, defendiendo que las palabras no son algo natural, sino una creación humana del que habla y sus opiniones. Surgen, por tanto, desde un determinado punto de vista y, por ello, los hombres se enzarzan en disputas sobre sus opiniones pensando que la verdad está en una u otra afirmación. Pero el

204 A continuación se señalan los pasajes del Zhuāng zǐ en los que esta idea aparece de manera explícita: todo el libro II (Preciado, 1996, 43-44); ZZ VI, 4 (Preciado, 1996, 83-84); todo el libro IX (Preciado, 1996, 106-108); ZZ X, 2 (Preciado, 1996, 112-113); ZZ XI, 4 (Preciado, 1996, 119-121); ZZ XII, 1-3 (Preciado, 1996, 124-127); ZZ XII, 8 (Preciado, 1996, p. 130); ZZ XIII, 6, 7 y 8 (Preciado, 1996, 145-147); ZZ XIV, 3 (Preciado, 1996, 150-152); ZZ XIV, 5 (Preciado, 1996, 154-155); ZZ XV, 11 (Preciado, 1996, 268-270); todo el libro XVI (Preciado, 1996, 163-166); ZZ XVII, 1 (Preciado, 1996, 167-169); ZZ XVII, 4 (Preciado, 1996, 176-177); ZZ XVIII, 1 (Preciado, 1996, 180-181); XIX, 2 (Preciado, 1996, 188-189); ZZ XXI, 3 (Preciado, 1996, 211-212); ZZ XXII, 1 (Preciado, 1996, 219-221); ZZ XXII, 7 (Preciado, 1996, 226-227); ZZ XXIII, 7, Preciado, 1996, 241); ZZ XXVI, 13 (Preciado, 1996, 278); y ZZ XXVII, 1 (Preciado, 1996, 279-280).
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hombre es tan diminuto en la inmensidad del universo que no puede pretender que su punto de vista sobre el mundo sea el verdadero:

“El pez que vive en un pozo (...) nada puede hablar acerca del mar, y esto por causa de lo limitado de su espacio. El insecto estival nada puede hablar acerca de los hielos del invierno, y esto por causa de lo limitado de su tiempo (...). Comparado con el millón de seres, un hombre ¿no se asemeja a la punta de un pelo en el cuerpo de un caballo?” (ZZ XVII, 1, Preciado, 1996, 167-169).

Para ver las cosas desde un punto de vista no parcial es preciso abolir el yo (喪 我 , sàng wǒ), es decir, olvidarse del lenguaje y de la razón para experimentar la Naturaleza directamente, en definitiva para volverse uno con el dào (). Se trata de otro de los temas fundamentales de los Libros Interiores que goza de coherencia en los mismos, mientras que en ocasiones tomará sentidos diferentes en los Libros Exteriores y Varios, apoyando una vez más la hipótesis inicial. El sentido que se le da a este tema en los Libros Interiores es el que se debe dar al propio texto del Zhuāng zǐ: no aporta conocimientos nuevos, sino que sus historias y alegorías pretenden suscitar una transformación en el lector, de tal manera que abandone su forma de ser (su forma humana socialmente aprendida) y se vuelva uno con la totalidad. Consecuentemente con esta idea, Zhuāng zǐ se expresa de un modo condensado, le gusta pararse en seco (Billeter, 2002, 54). Presenta un diálogo en forma de pequeña pieza teatral que concluye con un giro inesperado, paradójico, sin que después se agregue una explicación, dando así espacio al lector para la reflexión (en lugar de darle la reflexión hecha). El texto no pretende aumentar la erudición del lector, sino producir un cambio en él. Un claro ejemplo de estas “paradas en seco”, lo encontramos claramente en las paradójicas palabras que cierran el pasaje en el que comparaba las palabras con las redes para coger peces: 

“¡Ay si conociera a un hombre que olvidara el lenguaje, para tener con quien hablar!” (ZZ XXVI, 13, Billeter, 2002, 77).

 Un recurso estilístico que va de la mano de una “sonrisa irónica” (Paz, 1997, 13) presente en la mayoría de los discursos del Zhuāng zǐ.


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