b) El relativismo lingüístico y el problema de la conciencia y la identidad
El Zhuāng zǐ constituye una obra filosófica tremendamente original tanto por su
estilo como por su contenido. Su fuerza expresiva creó toda una tradición filosófica
unida por un estilo aforístico de breves historias metafóricas y sugerentes que terminan
de golpe tras ofrecer una paradoja. Este procedimiento no tiene por objetivo volver
sobre el texto para que el análisis de sus palabras ofrezca una solución a la paradoja,
pues el texto no pretende en ningún caso describir objetivamente la realidad a través de
un elaborado discurso. Sus diversos pasajes son alusiones metafóricas a las experiencias
del sabio, por lo que deben ser interpretados como un medio de señalar una experiencia
y no una pretensión de analizarla racionalmente a través de una descomposición
minuciosa de las categorías del mundo y de la experiencia. Para el Zhuāng zǐ el lenguaje
no puede ser un medio privilegiado para entender la realidad y las palabras deben ser desechada una vez que se comprende la vivencia a la que se refieren:
“La nasa sirve para coger peces; cogido el pez, olvídate de la nasa. La trampa
sirve para cazar conejos; cazado el conejo, olvídate de la trampa. La palabra sirve para
expresar la idea; comprendida la idea, olvídate de la palabra” (ZZ XXVI, 13, Preciado,
1996, 278).
Esta crítica al lenguaje del Zhuāng zǐ está profundamente relacionada con la
concepción de la conciencia y la identidad que nos ocupa y es un tema central que
unifica la parte de los Libros Interiores, como aventuraba en mi hipótesis de trabajo
inicial. Justamente, en los Libros Interiores del Zhuāng zǐ se critica cualquier
concepción dualista, pues éstas olvidan que las palabras no son más que maneras
artificiales de referirse al mundo y, por tanto, un método imperfecto y falaz por ser
incapaz de describir la riqueza y complejidad de la realidad. A lo largo del Zhuāng zǐ
encontramos varios pasajes en los que se expone muy claramente que las palabras (y los
pensamientos) no son lo mismo que la realidad a la que se refieren204. El segundo libro
discute toda esta cuestión del lenguaje, defendiendo que las palabras no son algo
natural, sino una creación humana del que habla y sus opiniones. Surgen, por tanto,
desde un determinado punto de vista y, por ello, los hombres se enzarzan en disputas
sobre sus opiniones pensando que la verdad está en una u otra afirmación. Pero el
204 A continuación se señalan los pasajes del Zhuāng zǐ en los que esta idea aparece de manera explícita:
todo el libro II (Preciado, 1996, 43-44); ZZ VI, 4 (Preciado, 1996, 83-84); todo el libro IX (Preciado,
1996, 106-108); ZZ X, 2 (Preciado, 1996, 112-113); ZZ XI, 4 (Preciado, 1996, 119-121); ZZ XII, 1-3
(Preciado, 1996, 124-127); ZZ XII, 8 (Preciado, 1996, p. 130); ZZ XIII, 6, 7 y 8 (Preciado, 1996,
145-147); ZZ XIV, 3 (Preciado, 1996, 150-152); ZZ XIV, 5 (Preciado, 1996, 154-155); ZZ XV, 11
(Preciado, 1996, 268-270); todo el libro XVI (Preciado, 1996, 163-166); ZZ XVII, 1 (Preciado, 1996,
167-169); ZZ XVII, 4 (Preciado, 1996, 176-177); ZZ XVIII, 1 (Preciado, 1996, 180-181); XIX, 2
(Preciado, 1996, 188-189); ZZ XXI, 3 (Preciado, 1996, 211-212); ZZ XXII, 1 (Preciado, 1996,
219-221); ZZ XXII, 7 (Preciado, 1996, 226-227); ZZ XXIII, 7, Preciado, 1996, 241); ZZ XXVI, 13
(Preciado, 1996, 278); y ZZ XXVII, 1 (Preciado, 1996, 279-280).
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hombre es tan diminuto en la inmensidad del universo que no puede pretender que su
punto de vista sobre el mundo sea el verdadero:
“El pez que vive en un pozo (...) nada puede hablar acerca del mar, y esto por
causa de lo limitado de su espacio. El insecto estival nada puede hablar acerca de los
hielos del invierno, y esto por causa de lo limitado de su tiempo (...). Comparado con
el millón de seres, un hombre ¿no se asemeja a la punta de un pelo en el cuerpo de un
caballo?” (ZZ XVII, 1, Preciado, 1996, 167-169).
Para ver las cosas desde un punto de vista no parcial es preciso abolir el yo (喪
我 , sàng wǒ), es decir, olvidarse del lenguaje y de la razón para experimentar la
Naturaleza directamente, en definitiva para volverse uno con el dào (道). Se trata de
otro de los temas fundamentales de los Libros Interiores que goza de coherencia en los
mismos, mientras que en ocasiones tomará sentidos diferentes en los Libros Exteriores y
Varios, apoyando una vez más la hipótesis inicial. El sentido que se le da a este tema en
los Libros Interiores es el que se debe dar al propio texto del Zhuāng zǐ: no aporta
conocimientos nuevos, sino que sus historias y alegorías pretenden suscitar una
transformación en el lector, de tal manera que abandone su forma de ser (su forma
humana socialmente aprendida) y se vuelva uno con la totalidad. Consecuentemente con
esta idea, Zhuāng zǐ “se expresa de un modo condensado, le gusta pararse en seco”
(Billeter, 2002, 54). Presenta un diálogo en forma de pequeña pieza teatral que
concluye con un giro inesperado, paradójico, sin que después se agregue una
explicación, dando así espacio al lector para la reflexión (en lugar de darle la reflexión
hecha). El texto no pretende aumentar la erudición del lector, sino producir un cambio
en él. Un claro ejemplo de estas “paradas en seco”, lo encontramos claramente en las paradójicas palabras que cierran el pasaje en el que comparaba las palabras con las redes
para coger peces:
“¡Ay si conociera a un hombre que olvidara el lenguaje, para tener con
quien hablar!” (ZZ XXVI, 13, Billeter, 2002, 77).
Un recurso estilístico que va de la
mano de una “sonrisa irónica” (Paz, 1997, 13) presente en la mayoría de los discursos
del Zhuāng zǐ.